domingo, 21 de marzo de 2010
EL CEMENTERIO
Allí está el cementerio,
donde viven los que están muertos,
muertos, requetemuertos,
pueblecito de calles vacías, lápidas
y fotos amarillas;
jardín de flores marchitas,
crisantemos, margaritas,
cipreses de verde oliva,
tapias blancas de cal “viva”
serpenteando, tranquilas,
dibujando su contorno
de la colina, al camino;
del camino, a la colina.
Allí sestean ajenos
los huesos de mi padre,
pero nunca está el bribón
cuando voy a visitarle.
El cementerio está solo,
el cementerio está triste,
el cementerio está mudo,
está vacío, vacío…vacío…
Cuatro viejas enlutadas,
desdentadas y canosas
se afanan desganadas,
en quitar también el polvo,
de donde ya no queda nada.
Ese polvo, bendito de la cama,
se vuelve mota liviana
y flota en las penumbras,
y danza al sol de la mañana,
hasta caer sin remedio,
y se funde con los huesos,
y se funde con la tierra
y con los muertos;
Y todo se vuelve polvo
que va cubriendo el olvido,
hasta echar a los recuerdos,
de donde todos ya se han ido.
El cementerio es cuadrado,
debería ser redondo,
las faenas de esta plaza
siempre terminan a hombros.
Nunca piso un muerto
las calles del cementerio,
solo la soledad
y algunas sombras, que a hombros,
llevaban cuerpos vacíos.
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