Llevabas tanto veneno dentro
Y el dolor era tan intenso,
Que no podías ni morirte.
Tu alma quería escapar por la boca
En arcadas interminables,
Pero una y otra vez volvía
Hacia adentro, para volver a intentarlo.
Sentías que los ojos se te salían
De las órbitas, que te iban a estallar,
Pero seguían allí, dentro de las cuencas
Amenazándote con reventar.
Estabas pagando el veneno que tu mismo
Te habías inoculado, y pagándolo muy caro,
Con un precio que nunca hubieras imaginado.
Solo tenías ganas de acabar, de desaparecer
Y descansar de una vez, que todo terminara
Allí y ahora, sobre todo ahora,
Pero el final no lo escribimos nosotros.
El final siempre está escrito en la última página
Del maldito libro,
Que todos tenemos que
interpretar.
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